RUSIA volver al indice
 

     Lo cuenta R. M. Rilke en Historias del buen Dios. Una enorme y olvidada lección. Algo que no siempre se aprende en clase. Algo que es verdad aunque lo silencien los horizontales libros de geografía.

     Ewald es un hombre rubio, paralítico, que tiene su silla pegada a la ventana, tanto en invierno como en verano. Puede parecer muy joven, más aún, en su rostro atento a veces hay algo de muchacho. Pero también hay días en que envejece, los minutos pasan por él como años, y de repente, es un viejo, cuyos ojos mates casi han abandonado la vida. Nos conocemos hace mucho. Al principio, nos mirábamos siempre; luego, sonreíamos involuntariamente; durante un año nos saludábamos, y desde Dios sabe cuándo, nos contamos esto o lo otro, al azar, según viene a mano.
     —Buenos días, dijo, cuando yo pasaba por delante, y su ventana estaba abierta hacia el rico y tranquilo otoño. Hace mucho tiempo que no le veo.
     —Buenos días, Ewald...
     Me acerqué a su ventana, como solía hacer siempre al pasar.
     —He estado de viaje.
     —¿Dónde ha estado?, preguntó con ojos impacientes.
     —En Rusia.
     —Oh, qué lejos. Se echó hacia atrás; y luego: ¿Qué clase de país es Rusia? Muy grande, ¿no es verdad?
     —Sí, dije, sí que es grande. Y además...
     —¿He preguntado una tontería?, sonrió Ewald. Y enrojeció.
     —No, Ewald, al contrario. Cuando usted preguntó ¿qué clase de país es? se me aclararon varias cosas. Por ejemplo, con qué limita Rusia.
     —¿Al oriente?, sugirió mi amigo.
     —No.
     —¿Al norte?, inquirió el paralítico.
     —Vea, el mirar los mapas es lo que ha corrompido a la gente. Allí, todo es plano e igual, y cuando han señalado las partes del mundo, les parece que todo está hecho. Pero un país no es un mapa. Tiene montañas y abismos. Debe encontrarse con algo también por arriba y por abajo.
     —Hum, comentó mi amigo, tiene usted razón. ¿Con qué podría limitar Rusia por estas dos partes?
     De repente el enfermo tenía cara de muchacho.
     —Usted lo sabe, exclamé.
     —¿Quizá con Dios?
     —Sí, con Dios.