POSTERIDAD volver al indice
 

     No oía bien por el eco, pero me pareció que el orador —altisonante, como correspondía al momento— hablaba de inmortalidad, eternidad, posteridad... Algo así sería, porque su elocución estaba motivada por la inauguración de la estatua de un prócer. Veía a los asistentes serios, rígidos, con postura de inmortales también: a la altura de las circunstancias, claro.
     ¡Y pensar que lo de la posteridad, lo de «perderse mi apellido» (así lo espero)... me dejan tan frío!
     Me conformo con ser —con haber sido— pequeño eslabón de la cadena, mano anónima que pasa la antorcha, voz afónica que transmite la consigna...
     ¿Seré hombre de cortos deseos?