PACIFICADOR volver al indice
 

     —¿Y cómo se te ha ocurrido editar un póster con la paloma de Picasso y la frase «Yo quiero ser pacificador»?, me pregunta un amigo.
     —En honor de Yeyo Pumba, le contesto
      —¿¿¿???

     Yeyo Pumba es el protagonista de un cuento de Medardo Fraile. Un cuento que me cuento con frecuencia y que me causa los efectos saludables de una transfusión de sangre.

     Yeyo Pumba, crío curioso, al que cuando se hizo mayor le preguntaron en su casa:
     —¿Qué quieres ser? ¿Abogado, ingeniero, militar, profesor, farmacéutico...? ¿Qué?
     El dijo:
     —Yo quiero ser pacificador.
     —¡Qué carrera tan rara! No existe; nadie la estudia...
     —Pues yo seré el primero. Y escribiré libros para que muchos estudien esa carrera...
     Lo aseguró con tanta firmeza, tan resuelto, que nadie se atrevió a replicarle. Sólo su padre, con cierta emoción, dijo:
     —Los ingenieros hacen puentes, puertos; montan industrias... Los arquitectos, casas... los pacificadores, ¿qué van a hacer...?
     —Verás... Conseguirán que las cabezas de los hombres sean más claras, los corazones más grandes, los bolsillos más chicos... Los mejores pacificadores serán capaces de transformar un banco en una escuela y de que nazcan ofertas ventajosas en las macetas de los pobres. No se permitirá que nadie cierre las manos convirtiéndolas en puños... Sólo el que use el puño como pisapapeles será autorizado... Los números premiados en cada sorteo de lotería coincidirán con los distintos números de favores, besos y abrazos que cada persona haya hecho o dado a los demás. De esta manera, sin comprar décimos, pueden participar todos en el sorteo... Los cartuchos de escopeta, los casquillos de las balas, las cápsulas mortíferas, se regalarán a laboratorios químicos para que en ellos envasen vitaminas, tabletas o píldoras calmantes... Las armas se enterrarán en fosas profundísimas, guardando una de cada clase, con su historial macabro, para crear el Museo del Escarmiento... Al que derrame sangre de otro, mucha o poca, se le obligará a restituirla inmediatamente, de sus propias venas, aunque el otro muera desangrado... Por último —quizá se me olvide alguna cosa-, la decisión o el tratado menos importante de los ministros del gobierno deben estar avalados por las firmas de todo el país... si no, no valen...

     Aunque no tengo carnet de profeta, estoy seguro de que ese póster se pondrán de moda. Una moda que ¡nos urge tanto!