Novicio y novio, parece que etimológicamente tienen mucho que ver. Ambas palabras vienen de novus (nuevo).
Aquel maestro de novicios sabía latín.
Puso junto a una pequeña imagen de la Virgen, en un apacible rincón del noviciado, estas palabras: ora pro novis.
Un día pasó un gran latinista y por poco se desmaya. «¡Qué incultura escribir novis en vez de nobis (nosotros)!».
El maestro permaneció inmutable.
Más tarde le explicó: como estamos en un noviciado, donde hay novicios —gente nueva-, pedimos a la Virgen por ellos, por los nuevos (novis).
¿Quién no es un novicio en amor a Dios?
A rezar tocan: ora pro (nobis) novis, por nosotros, los eternos novicios en tantas cosas.