MANAZAS volver al indice
 

     Le amó. Le administró el sacramento del amor día a día durante unos años. Pocos. Pocos numéricamente. Aunque hubiesen sido muchos más siempre habrían sido demasiado pocos.
     Alguien que la visitó, más bien despreocupado por la escatología, me dijo: «Ahora estoy seguro de que existe la otra vida, porque esta comunión no puede acabar».
Ella repetía: «Me duele el tiempo perdido, las posibilidades pasadas».
     En la calle los cines vomitaban, cansados, aburridos, anuncios temporales, sin eternidad.
     Mi acompañante notó el contraste. Volviéndose hacia los cines exclamó furioso: «¡¡Manazas!!».

     Sigo pensando que los «vocacioneros» pierden miserablemente el tiempo lamentándose, primero, de lo mal que va el mundo (cosa que no es verdad) y dedicándose, luego, a «manazas», a mediocres. (Sólo los cristianos mediocres son capaces de imaginar que hay muchas cosas «sin importancia»).
     En realidad sólo los enamorados pueden entender. Sólo los enamorados pueden administrar el sacramento del amor. Sólo los enamorados pueden vislumbrar que si una mujer puede llenar el corazón de un hombre, Dios —que es el amor— no va a ser menos.