LIBERTAD volver al indice
 

     Gran palabra. Cada vez más en alza, la palabra.
     Con resonancias distintas según vaya acompañada de un «de» o de un «para»: libertad de, libertad para.
     «Libertad de» equivale a liberación, a verse libre de algo que ata, que esclaviza, que aliena. Desde fuera o desde dentro, más desde dentro.

     La libertad está enterrada y crece hacia dentro, y no hacia fuera. Se dice, y acaso se cree, que la libertad consiste en dejar crecer libre a la planta, en no ponerla rodrigones, ni guías, ni obstáculos; en no podarla, obligándola a que tome esta o la otra forma; en dejarla que arroje por sí, y sin coacción alguna, sus brotes y sus hojas y sus flores. Y la libertad no está en el follaje, sino en las raíces, y de nada sirve dejarle al árbol libre la copa y abiertos de par en par los caminos del cielo, si sus raíces se encuentran, al poco de crecer, con dura roca impenetrable, seca y árida, o con tierra de muerte (Unamuno).

     «Libertad para» sabe a entrega. Dar, sobre todo darse, a quien se ama. «Si no te hubiese conocido, si no te hubiese amado, yo no sería yo». Algo que hace ser, que hace crecer, que no enajena.
     «Libertad de» es palabra de inmaduro. De esclavo. «Libertad para» es realidad de adulto. De amante.

     No canta libertad
     más que el esclavo,
     el pobre esclavo.
     El libre canta amor.
     Te canta a ti, Señor.

     Cuando se habla de vocación (actividad personal, realizada en orden a la comunidad, con un fin trascendente) los adolescentes arrugan la frente.
     Pero si descubren que servir es amar, sonríen y se dan.