INDÍGENA volver al indice
 

     El 19 de mayo de 1974, por la tarde, volvía de Portugal.
     Frontera portuguesa, amabilidad a raudales.
     Frontera española. Al bajar del coche uno de los agentes pregunta:
     —¿Ustedes?
     —Portugueses, contestan mis dos acompañantes.
     —¿Y usted?
     —Yo soy indígena de aquí, digo con la satisfacción de quien regresa a casa.
     Truenos, relámpagos, palabras esdrújulas (que omito), mirada de fuego. Examen de mi documentación con lupa. Con furor. Me pide más papeles (cosa indebida). Se los entrego. Y con voz de tenor de ópera aumenta la catilinaria. Hasta el punto de reunirse en torno un corro de guardias y curiosos.
     ¿Por qué? Por la palabra «indígena». Que el agente consideró ofensiva. Parece que la tomó como sinónimo de «salvaje en taparrabos».
     Aunque me empeñaba en tratarle de decir que según la Real Academia de la Lengua, indígena equivale a «originario del país de que se trata», todo fue inútil.

     Cuando llegue el día del clero indígena, voy a hacer un memento especial en favor del agente aduanero aquel de Fuentes de Oñoro. Y le pediré al Señor que le regale a su familia un clero que lógicamente será indígena, aunque le pese a su progenitor.