DIFAMAR volver al indice
 

     Un pobre verbo. Usado por los enemigos de la Iglesia —cosa normal— y por un grupo de cristianos que santifican a cualquiera «en diez días» —lo que no es tan normal.
     Existen, no hay que negarlo, cristianos angelicales, auténticos cátaros, cristianos «defensores» de la Iglesia que tienen a gala quitar la fama de los sacerdotes «por amor de Dios», claro está. Cuentan chismes, denuncian periódicamente, incansablemente, para que la Iglesia brille por la santidad de sus ministros. Propalan sibaríticamente noticias sobre lo mal que está el mundo, lo mal que van los seminarios hoy. Y mientras practican devotamente los primeros jueves, los primeros viernes y los primeros sábados.
     Conozco sacerdotes difamados por cristianos de comunión diaria. Me gustaría llegar a obispo, sólo diez minutos, para publicar a voz en grito la lista de esos cristianos-lobos. Los verdaderos causantes de que muchas vocaciones no lleguen a la meta, los difamadores.
     Cuando alguna vez me canso de ser bueno me encomiendo a los santos sacerdotes difamados. Al poco rato noto que sonreír cuesta menos.