DIÁLISIS volver al indice
 

     En menos de 15 días, dos personas a las que quiero bastante —porque las quiere alguien a quien quiero mucho— han empezado a depender de un riñón artificial.
     Así es como en tan poco tiempo ha entrado en mi vida la palabra «diálisis» (disolución o disgregación de ciertos elementos químicos).
     Es curioso lo que nos pasa con algunas palabras: no existían para nosotros v de repente llaman insistentemente a la puerta de nuestro corazón.
     No me atrevo a decir que nunca hubiese oído hablar de diálisis, pero sí afirmo que jamás le había prestado la más mínima atención.
     Ahora, al acariciarla, hasta descubro su parentesco con palabras que cayeron en mi órbita hace mucho tiempo: «análisis (resolución de un todo en sus partes constituyentes), tan repetido en aquellos lejanos ejercicios escolares; «parálisis» (relajación de los músculos que priva de movimiento)...
     Y lo que resulta más curioso: ayer escribí a un amigo que se llama nada menos que Lisandro (¡la de veces que hemos bromeado los condiscípulos con el mal gusto de su padrino de bautizo!) felicitándole por llevar un nombre tan al compás de la teología de la liberación.
     Distraídamente al hacer oración le he dicho al Señor que estoy dispuesto a sufrir las diálisis que quiera de mis pecados y que si se le antoja llamarme con un mote acepto que use el sustantivo griego que equivale a «libertador de hombres».