CASSIDY volver al indice
 

     Me recibió con gran alegría. Pero... —inconvenientes de presentarse uno en casa de un amigo sin avisar— tenía una reunión imprescindible al cabo de un rato. Me dijo que volvería pronto. «Pronto», ¡qué palabra tan equívoca!
     Se marchó y me dejó en su despacho de dueño absoluto.
     Leí primero el periódico de la tarde. De punta a cabo.
     Como tardaba empecé a revisar libros.
     Me llamó la atención uno de un tal Harold G. Cassidy, profesor de química en la universidad de Yale, titulado The sciences and the arts a new aliance, publicado en Nueva York en 1962.
     Su lectura —no digo que lo leyera todo, pero el «pronto» de mi amigo sí me permitió leer una tercera parte— me pareció oxigenante.
     Se lo dije cuando por fin llegó.
     Asintió y me lo confirmó mostrándome la dedicatoria: «A Katryn Myra Childs Cassidy que vive lo que yo únicamente predico».
     ¿No fue Hans Urs von Balthasar el que escribió que «la Iglesia iría mucho mejor si en vez de tantos profesores hubiese muchos más confesores»? (ver Confesor).
     Da gusto que en Suiza y en Estados Unidos piensen igual.
     Y me consuela que muchos amigos míos vivan lo que algunos sólo predicamos.