ABRAHÁN volver al indice
 

     «¿A qué santo tenéis más devoción?», preguntó el preguntón de turno.
     Casi todos se echaron a reír estrepitosamente. No porque no profesaran profunda devoción a ciertos «santos» o «mártires» (el Che Guevara, Pablo Iglesias...) o no creyeran ciegamente en el poder de los signos del zodíaco, sino porque se las daban de jóvenes sin ningún prejuicio (alguien prefería suprimir las tres primeras letras de la palabra).
     Cuando las risas fueron esfumándose, uno al que motejaban de «empollón» (sería ilustrador un estudio sociológico sobre el actual uso de la palabra) dijo con toda tranquilidad: «De pequeño, yo tenía mucho cariño a san Tarsicio. Pero ahora me estoy cambiando a san Abrahán».
     Nadie se atrevió a preguntarle por qué. El «empollón» era peligroso en sus réplicas.
     Al ir a su cuarto vi en la pared escrita esta frase de Kierkegaard:
     «Los grandes hombres serán celebrados en la historia. Mas cada uno de ellos fue grande según aquello que esperó. Uno fue grande poniendo su esperanza en cosas posibles. Otro fue grande poniendo su esperanza en las cosas eternas. Pero el más grande de todos fue el que puso esperanza en lo imposible. Abrahán fue el más grande todos».
      Desde entonces yo también me estoy cambiando a san Abrahán.